La imagen de la Virgen del Pilar se encuentra ubicada en el interior de la Catedral-Basílica de Nuestra Señora del Pilar, dentro de una capilla barroca erigida en su nombre. Por sí misma constituye uno de los mayores atractivos turísticos de Zaragoza.
Esta talla de madera en estilo gótico de tan solo 36 centímetros y medio de altura es, según se cree, obra de Juan de la Huerta, quien la tallaría en una fecha próxima al año 1435. La imagen representa a María como reina y madre. Así, esta aparece coronada y vestida con túnica y manto mientras sostiene en su brazo izquierdo a un niño Jesús desnudo y despreocupado que a su vez sujeta con su mano izquierda un ave, probablemente una paloma. Sobre la imagen se extiende una vistosa corona que varía entre los diferentes modelos de los que dispone el cabildo. En el año 1990, el Instituto del Patrimonio Histórico Español acometió una restauración de la imagen.
Este conjunto no se reduce a la imagen de la Virgen, pues tan importante es esta misma como la columna sobre la que se apoya. Según la tradición, este pilar de 1,70 metros de altura y 24 centímetros de diámetro es el mismo sobre el que se produjo la aparición mariana del año 40. Su ubicación, además, no habría variado desde entonces. Este pilar de jaspe puede verse forrado por una vistosa funda de plata, aunque lo más habitual es que se encuentre cubierto por un manto.
Los mantos de la Virgen son fruto de donaciones de particulares e instituciones de diferente naturaleza. En la actualidad, el número total de mantos posibles supera los 400, y estos varían entre los más lujosos y los más curiosos, como aquellos confeccionados en ganchillo o a base de pajaritas de papel entrelazadas. La Virgen muestra su manto a diario, excepto los días 2, 12 y 20 de cada mes, en los cuales la columna aparece desprovista de ellos. El motivo de esto radica en el carácter especial de estos días, pues el día 2 conmemora la aparición mariana del año 40, el 12 representa a la fiesta del Pilar y el 20 recuerda el día de la coronación canónica de la Virgen.
Más allá de su apariencia física, los mantos de la Virgen han jugado un papel relevante desde que estos apareciesen presumiblemente a comienzos del siglo XVI. Todavía hoy en día es habitual presentar a los niños de la ciudad frente a la Virgen, este acto se realiza antes de la Primera Comunión y se conoce popularmente como “pasar por el manto”.
Otro ejemplo de la importancia de este elemento son las famosas cintas de la Virgen del Pilar. Hace siglos se consideraba todo un privilegio el poder morir bajo el manto de la Virgen, por lo que la petición de mantos por parte de ciudadanos de determinada clase social era muy habitual. Estos mantos, en ocasiones, se cedían al peticionario y eran devueltos una vez que este fallecía. En determinado momento, la petición de mantos con estos fines fue tan grande que el cabildo debió de decidir sustituir estos por pequeñas cintas que midiesen lo mismo que la talla de la Virgen. En su versión contemporánea, estas cintas continúan siendo muy populares y, además de su evidente significado religioso, han llegado a convertirse en todo un recuerdo que muchos se llevan consigo tras su paso por Zaragoza.
La Virgen del Pilar es sin duda la mejor embajadora de la ciudad, así como de sus fiestas.
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