Hace unas semanas, varios componentes del grupo Che Sudaka actuaron, en días diferentes, presentando sus respectivos proyectos en solitario. Nuestro colaborador Antonio Andrade pudo charlar con ellos y esto es lo que le contaron.
Como siempre sucede en la Terraza Experimental del parque Delicias, la música y el arte confluyen naturalmente. En esta ocasión, asistí para encontrarme con dos proyectos maravillosos: por un lado, La Risa Bonita, liderado por Kachafáz (Mar del Plata, Argentina), también vocalista de la mítica banda barcelonense Che Sudaka; por otra parte, Alquimistas, con Aína (Bogotá, Colombia) a cargo de la voz y las instrumentaciones y Leo (Mar del Plata, Argentina), guitarrista, vocalista, hermano de Kachafáz y líder del ya mencionado grupo Che Sudaka.
Estas entrevistas no solo resultaron ser inspiradoras, también dieron pie a una serie de conversaciones que fueron y vinieron por infinidad de temas; sonrisas y dicharachos que, entre infusiones, cervezas y pruebas de sonido, evocaron a toda una nación, Latinoamérica. Esta es su historia.
Kachafáz (La Risa Bonita)
“Bueno, yo nací en Mar del Plata en 1978, mi amor por la música nació escuchando la cinta Invisible touch, de Genesis. Era 1986, mi tío Fernando, el hermano de mi mamá, me lo regaló. Aquello fue amor a primera vista o, mejor dicho, a primera oída”.
En casa de la familia Fernández no se estilaba escuchar mucha música, si acaso los domingos encendían la radio de vez en cuando. Ahí, Kacha escuchaba, sobre todo, la música que estaba de moda por aquellos ayeres. Pero, para poder escuchar su cinta de Genesis, la historia era un poco más complicada.
“Yo le tenía mucho amor a mi tío, por eso relacionaba ese cassette con él, en casa no había tocacintas, entonces yo tenía que ir a casa de mi abuela para pedírselo prestado, ella accedía, pero siempre bajo amenaza, ya sabes… – si me lo rompes, me lo pagas -. Entonces imagínate, me volvía a casa con el reproductor, escuchaba la cinta hasta que se gastaba, al cabo de dos o tres horas, salía corriendo a devolver el aparato. Así nació mi gusto por la música”.
Con el paso del tiempo, Kacha comenzó a escuchar más y más música, se compró varios discos y, sin darse cuenta, se volvió un melómano empedernido que, hasta ese momento, ni siquiera imaginaba que su vida sería precisamente eso, hacer y ejecutar lo que tanto amaba.
“Claro que estaba yo fanatizado con eso de comprar discos de todos los estilos de música, pero de ahí a pensar que podría yo dedicarme a hacerla, nunca. Pero el tema es que mi hermano Leo tenía una banda, Los Correcaminos, y yo era fan de su música”.
Fue con Correcaminos con quienes Kachafáz, pronunció las primeras notas vocales de su vida artística.
“Ellos creían más en mí que yo mismo, me decían… tú, con todo lo que escuchas, algo tienes que saber. Y no se equivocaron. Mi primera letra de un tema, la escribí pare ellos, se llama Lo que te quiero decir, tema que, al final, formó parte del primer disco de Che Sudaka”.
Podría decirse que, más allá de la melomanía de Kacha, los Correcaminos, Genesis y tanto más, la verdadera culpa de todo la tuvo el tío Alejandro.
“Era la pareja de la hermana de mi mamá, él siempre organizaba una reunión de familia, un asado. Al cabo de unas copas, sacaba la guitarra y con tan solo tres acordes, convertía aquello en un desastre, todos terminaban borrachos cantando alrededor de las brasas, y nosotros, claro, vivíamos eso desde muy pequeños. Entonces, yo me atrevo a decir que, en cuestiones musicales, el tío Alejandro fue nuestra mayor influencia”.
Mano Negra, más allá de la influencia
Tanto como para Kacha como para Leo, la música de Mano Negra, fue tremenda, a tal nivel que aún a fecha de hoy se permiten la licencia de interpretar algunos de sus temas en sus conciertos.
“En aquella época yo escuchaba mucho a Madness, a The Police y a muchos otros súper músicos. Con Correcaminos resultaba complicado reproducir ese tipo de temas pero, cuando escuché a Mano Negra, no solo me di cuenta que se filtraba mucha información por medio de sus letras, también me daba acceso a otros estilos, idiomas e incluso culturas. Pero era un todo en uno, sus canciones eran más parecidas a declaraciones sociales, eran tremendos”.
Con el descubrimiento de Mano Negra, Kacha, Leo y los Correcaminos comenzaron a pensar en la música de una manera más seria, al grado de plantearse meterse de lleno en su manufactura.
“Fue Leo quien dio el primer paso, platicó con la banda y decidieron que lo mejor para buscar el éxito era brincar el charco, y Barcelona resultó ser la opción más viable. Él dejó Mar del Plata en 2001 y de inmediato comenzó a tocar en las calles, me telefoneaba para decirme que aquello era la locura, que tenía que ir… Todos los grupos que te gustan vienen a tocar acá”.
Destino Barcelona
Finalmente, y gracias a la insistencia de Leo, Kacha se animó y se subió a un avión con rumbo a la ciudad condal.
“Yo llegué sin ninguna expectativa. De hecho, no llegué pensando que iba a hacer música. Decidí dejarme llevar y así sucedió todo. Desde el primer momento de mi llegada comencé a hacer música, eran tantas las oportunidades que el tiempo se me pasó volando; cuando quise darme cuenta ya estaban por terminarse mis tres meses de permiso como turista. No sabía qué hacer, si quedarme o no”.
Y fue justo en el momento en que él analizaba la situación mientras jugueteaba con el pasaje de vuelta a casa entre los dedos, en la Plaza Catalunya, que un buen amigo se cruzó en su camino.
“Se me acercó y me dijo: -No te vayas, ¿vas a comparar esto con Mar del Plata?, no te regreses- y bueno, a veces Dios o la vida te ponen las palabras adecuadas en el momento adecuado, eso fue lo que me sucedió a mí, así es que rompí el pasaje y ahí cambió mi vida para siempre”.
El amor por la música
“Desde que comencé a cantar en Barcelona, comencé a vivir de la música, y no hay nada mejor, porque yo con la música tengo algo que no sé si muchos tienen. Se llama amor. Para mí, la música es una manifestación del amor, un canal del amor. Tiene una fuerza poderosísima que se manifiesta a través de quien la ejecuta”.
La Risa Bonita
Kachafáz se define, entre muchas otras cosas, como un híper fan de la risa, los comediantes lo hacen alucinar de emoción, le parecen seres espirituales.
“Siempre están ahí, todo el tiempo tratando de que las personas saquen la manifestación más pura de sus almas, esa risa que lo cubre todo, ¿no? Pero la risa sana, la risa bonita, así se llamó un tema que escribí para los Che y de ahí mismo tomé el nombre para mi proyecto”.
Los diminutivos son un distintivo inequívoco e innegable de la cultura hispanoamericana. No nos bastan los abrazos, los besos y los apapachos para hablar de nuestros sentimientos y emociones más sublimes, necesitamos también, hablar de ellos, susurrarlos e incluso, cantarlos.
“Me encantan los diminutivos, porque son más extensos, más chingones, por ejemplo, una chica guapa es una chica guapa, pero una chica bonita, suena más respetuoso, más tímido, más cariñoso”.
Volver a la raíz y ser feliz
Con el surgimiento de La Risa Bonita, Kachafáz pudo volver a la raíz, de ese profundo amor que siente por y desde la música.
“Fui a la raíz musical de lo que siempre me ha movido, el reggae, el ska, el calipso, el rap viejito y el country, pero no cualquier country, yo soy muy fan de Johnny Cash. En fin, que se trataba de volver a la raíz del árbol”.
Kacha estaba a punto de comenzar su concierto y no nos quedó más que terminar la charla. Ciertamente, todos los músicos buscan algo, y él no es a excepción. Pero muy probablemente, su búsqueda sea un poco más bonita que otras tantas.
“A ver, ¿que qué busco?, ser feliz, busco ser feliz y espero que la gente que me escuche se contagie de la felicidad que he conseguido y consiga alcanzar, pero ojo, que no te estoy hablando de la felicidad como adquisición, más bien como derecho, con todo lo que conlleva, con respeto, responsabilidad y amor”.
Y ojalá que sí, que todas aquellas personas que tengan la oportunidad de escuchar a La Risa Bonita puedan contagiarse de esa vibra tan hermosa con la que el buen Kachafáz lo inunda todo.
Aína y Leo (Alquimistas)
Recuerdo bien el día que conocí a Leo. Yo estaba sirviendo tragos detrás de la barra de La Terraza Experimental, él buscaba a alguien que le facilitara un botellín de agua y yo esperaba cualquier cliente distraído que requiriera algo para beber. Al encontrarse nuestras miradas, sin decirnos nada, ambos sonreímos familiarmente, como si nos volviéramos a encontrar.
“¿Eres mexicano?”, me preguntó, “un poco, sí”, le respondí, reímos confidentemente, nos estrechamos la mano y sin darnos cuenta, nos hermanamos.
Un año después, las vueltas de la vida nos llevaron a un reencuentro en el mismo sitio en que nos conocimos, pero en circunstancias distintas, él asistía con Aína y su proyecto Alquimistas, y a mí me tocaba entrevistarles; tras un fuerte y largo abrazo, nos sentamos a charlar.
Aína: “Bueno, el proyecto comienza en el momento en que Leo comienza a encontrarse a sí mismo en su faceta como solista. Su nombre artístico era Leo El Alquimista, aún lo utiliza cuando se presenta en solitario”.
Leo y Aína se conocieron durante un evento en Barcelona, en un centro cultural. Él, como siempre, guitarra en mano, comenzó a tocar para todos los presentes.
La alquimia de coincidir
Aína: “Me llamó mucho la atención porque tocaba canciones latinoamericanas. Yo comencé a cantar con él, pero sin ningún tipo de pretensión, era simplemente la emoción de poder compartir los temas que tanto me gustaban; cantamos Bolero falaz y Vasos vacíos, entre muchos otros. Ese día, la conexión fue tan buena que comenzamos a reunirnos para cantar en los ratos libres”.
Leo: “Por esos días, yo comenzaba a dar concierto como solista y se me ocurrió que sería una buena idea invitar a Aína, así es que un día la contacté y le pregunté: – ¿te gustaría cantar una canción conmigo en mi próxima presentación? -”.
Ya la historia con Che Sudaka había tenido sus subibajas, Leo había girado por múltiples países y, por fortuna o por desgracia (ya cada quién juzgará), estalló la tan mentada pandemia del covid.
Aína: “Un día Leo me dijo, la verdad es que, por esto de la pandemia, he tenido mucho tiempo para escribir varias canciones. Así es que me las comenzó a mostrar y a mí me parecieron muy buenas. La sorpresa llegó cuando me dijo que las había montado pensando en mi voz y que quería grabarlas conmigo; debo confesar que, de inicio pensé, ok, ¿qué se habrá fumado este señor?, pero no reparé mucho en ese pensamiento y simplemente le dije que sí”.
Y sin mayor reparo, quedaron un día en el estudio de Che Sudaka y comenzaron a grabar los temas del que sería el primer disco de este nuevo proyecto.
Leo: “Cuando escuché las grabaciones, decidí que el proyecto no podía ser solamente de un alquimista, ya era de dos, por eso el nombre de Alquimistas. Es muy sencillo, yo no estoy acostumbrado a trabajar solo, me gusta estar con gente, compartir, siempre he creído que entre todos nos amplificamos. Entonces, bueno, comprendí que esto no era simplemente un proyecto musical, era un proyecto de vida. Yo me acababa de separar tras 17 años de relación, había pasado un encierro de pandemia, estaba de vuelta en el Rabal, ese hermoso barrio que me vio llegar 21 años atrás, y, en fin, la música era mi única compañía en ese momento, así es que, gracias a Aína y a su voz se me abrieron nuevas oportunidades para crear”.
Alquimistas no solo los unió como artistas, los unió también como personas, les llevó a transformarse mutuamente, a potenciarse y, sobre todo, a redescubrirse.
Aína: “Es una dualidad muy mesoamericana; lo femenino y lo masculino, el equilibrio, ese saber que la una sin el otro, y viceversa, no funcionamos”.
Alquimistas
Alquimistas comenzó justo después de la emergencia sanitaria, en julio del año 2020 y, por fortuna de todos, desde sus inicios nunca han dejado de tener presentaciones públicas.
Aína: “Prácticamente no hemos dejado de cantar ni un solo día, a veces tocábamos en la calle, en otras, teníamos que hacerlo conforme a las restricciones de distancia, de aforo y de mascarillas; las terrazas abrían y cerraban constantemente y nosotros teníamos que adaptarnos, finalmente, todas y todos estábamos desorientados, pero aún así, se sentía una energía muy bonita por parte de la gente”.
Cuando finalmente comenzaron a abrir los bares y el ambiente comenzaba a relajarse lentamente, Alquimistas comenzó a ganar terreno en la escena artística de Barcelona, por veces tocaban para públicos de tres o cuatro personas y, en ocasiones, las sorpresas no se hicieron esperar.
Leo: “En una ocasión, durante un concierto en plaza Catalunya, durante un evento colombiano, se juntaron más de quinientas personas, me gusta creer que, al igual que los inicios de Che Sudaka, lo que nos brindó un empuje importante, fue la calle”.
El primer disco
El primer disco de Alquimistas, titulado bajo el mismo nombre de la agrupación, fue grabado con el sello Che Sudaka y su distribución dependió, básicamente, de redes sociales e internet. Debemos recordar que, por aquello ayeres, la salida de Cataluña estaba muy restringida, pero, aún así, tuvieron la oportunidad de visitar Madrid, País Vasco, Murcia, Valencia, Alicante, Almería, Huesca, Huelva, Málaga y muchos sitios más.
Leo: “Decidimos no detenernos porque, finalmente, más allá de una pandemia, la música siempre traerá buenas cosas: amistades, alegrías, encuentros, conexiones, etcétera. Al final, el camino de un alquimista es eso, transformar, dejar huella y nuca detenerse”.
Aína: “En la simpleza está la belleza, justamente, lo que más me gustó de las canciones de Leo, es que son canciones bonitas pero, sobre todo, esperanzadoras. Te invitan a escucharlas y a vivirlas”.
En cuanto al motor de las canciones, a la vena creativa que inspira e incluso fuerza al creador a no detenerse en el ejercicio cotidiano de trascender, Alquimistas tienen mucho que decir.
Leo: “Yo voy haciendo canciones todos los días, nunca desde la pretensión, cuando una queda terminada, se la muestro a mi hermano, a mis colegas y amigos, algunas quedan para Che Sudaka, otras para Alquimistas y otras simplemente no quedan de momento. La misma vida me ha demostrado que las cosas no se deben apurar, cada una tiene su día y su momento, a veces es el propio tiempo, quien hace que se vuelvan más bonitas”.
Aína: “Lo lindo es poder plasmar el momento, acordarse, contar y recordar, es como la fotografía, las canciones captan los momentos y, éstos a su vez, muestran algo que ya pasó o que sigue vigente”.
Hablando del porvenir
En cuanto al futuro de Alquimistas, tanto a corto, mediano y largo plazo, la cosa es muy sencilla.
Leo: “Bueno, a corto plazo, tenemos por ahí un par de singles que lanzaremos a lo largo del año, también estamos trabajando en algunos covers que, bien pensados hacia una línea más electrónica, serán algo nuevo, algo no escuchado en cuanto a Alquimistas se refiere, pero que tiene mucho que ver con lo que somos actualmente”.
Aína: “Lo que debería de suceder actualmente es un segundo disco, nuevas fechas, ciudades y presentaciones, pero, definitivamente, el camino se trazará por sí mismo”.
El arte de la alquimia
Tras esta excelente charla, y ya preparándonos para terminar la entrevista, me permití preguntarle a Alquimistas, cómo y cuál es su sentir para, desde y con el público zaragozano.
Aína: “Es conexión pura, es amor, es tranquilidad, considera que yo llegué a este mundo de los escenarios sin planearlo ni esperarlo; todo sucedió sin esperar nada, pero ya inmersa en todo lo que significa, es maravilloso, me encanta conectar con la gente, sentirla, es que no hay otra palabra para describirlo, las personas pasan de tener un día duro en el trabajo o en la casa o con la familia, a sonreír, a disfrutar”.
Leo: “Conectan muy lindo con nosotros, desde mi enfoque, más que con público, te encuentras con personas, es un milagro de encuentros entre personas, o sea, es entender que, de entre millones y millones de historias, justamente ahora, las nuestras se encontraron. Por eso, después de los conciertos me quedo saludando a la gente, me siento agradecido por la manera en la que nos reciben y nos acogen. Las personas no solo confían en nosotros, nos permite encontrarnos, se dejan de lado los conflictos, los problemas y las cotidianidades y se dejan encontrarse con nosotros”.
Y así sucede siempre, tanto para Aína como para Leo y el buen Kachafáz, en cualquier circunstancia, en cualquier encuentro, en cualquier coincidencia, ya sea en una terraza, en la calle, en un bar o un festival, en cualquier parte que suceda, nunca dejaremos de coincidir.
Tanto para Alquimistas como para La Risa Bonita, el futuro es prometedor, ciertamente nunca dejarán de hacer lo que mejor saben y quieren hacer, compartir música, letras y vibras maravillosas, ya será cosa de nosotras, quienes leemos y escribimos y andamos y bebemos y cantamos y lloramos, atrevernos a coincidir aquí, allá o en donde nos suceda.
Entrevista, texto e imágenes de Antonio Andrade.